El mes pasado me gasté casi la mitad de mi sueldo y me dio muchÃsimo vértigo. Probablemente, a algunas personas no les parezca tanto, porque utilizan casi todo cada mes, pero al no estar independizada un 90% de mi nómina va para a la cuenta de ahorros. Como no tengo grandes gastos, dejarme tanto dinero en apenas 30 dÃas me agobió. Que si lo pienso con frialdad, en otras ocasiones me he gastado mucho más en una sola semana de viaje y que, en realidad, esta fue una ocasión extraordinaria, ya que ha sido una inversión a largo plazo. Igualmente, eso no quita que esos últimos dÃas de enero sufriese lo que yo llamo, "el sÃndrome de la clase obrera".Para una persona que desde pequeña aprendió a respetar el dinero por ser un bien preciado y escaso, hablar de grandes cifras siempre es una cuestión de cautela. Yo nunca he sido de esas niñas que pedÃan a sus padres los tÃpicos dulces (estratégicamente colocados) en la caja del supermercado. Tampoco me quejaba de no tener el último móvil del mercado y la primera vez que toqué un euro de la cuenta bancaria tendrÃa unos 16 años. Sin embargo, a medida que llegas a la adultez la vida se vuelve más y más cara. Desde hace uno o dos años, o sea, desde que gano dinero de verdad, controlo todos mis gastos con un Excel y me he puesto el lÃmite de no derrochar más de 200 euros mensuales de cara a prepararme para el futuro; cuando realmente tenga un alquiler, unos recibos y demás cosas adultas que me dan pereza y emoción a partes iguales. Asà que cuando registro todas mis compras y compruebo que las casillas se van volviendo rojas por superar el lÃmite, me entran los siete males.Esto me recuerda a que cuando empecé a salir con mi pareja (quizás me mate por esta anécdota) y me fijé en que se pedÃa más de una bebida durante la comida. Yo, que siempre me he limitado a una consumición por ahorrar, lo veÃa como un disparate. Luego la cuenta son dos o tres euros más y no voy a arruinarme, pero a mà me descolocaba esa facilidad para no agobiarse por el dinero. Aunque poco a poco trato de ser más flexible con cuestiones económicas, los menús del dÃa de más de 11 euros, cualquier prenda de ropa que supere los 20 o una noche de hotel que cueste por encima de 50 euros me siguen provocando un infarto por la sensación de que estoy viviendo por encima de mis posibilidades. Supongo que es algo que uno aprende y le persigue durante mucho tiempo. Por eso, cuando mi amiga Ayelen se sentÃa mal por haberse gastado más de 200 euros en ropa, le dije: "Lucha contra tus impulsos ahorradores de clase obrera", y asà nació mi concepto.
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💸 La obsesión por ahorrar
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El mes pasado me gasté casi la mitad de mi sueldo y me dio muchÃsimo vértigo. Probablemente, a algunas personas no les parezca tanto, porque utilizan casi todo cada mes, pero al no estar independizada un 90% de mi nómina va para a la cuenta de ahorros. Como no tengo grandes gastos, dejarme tanto dinero en apenas 30 dÃas me agobió. Que si lo pienso con frialdad, en otras ocasiones me he gastado mucho más en una sola semana de viaje y que, en realidad, esta fue una ocasión extraordinaria, ya que ha sido una inversión a largo plazo. Igualmente, eso no quita que esos últimos dÃas de enero sufriese lo que yo llamo, "el sÃndrome de la clase obrera".Para una persona que desde pequeña aprendió a respetar el dinero por ser un bien preciado y escaso, hablar de grandes cifras siempre es una cuestión de cautela. Yo nunca he sido de esas niñas que pedÃan a sus padres los tÃpicos dulces (estratégicamente colocados) en la caja del supermercado. Tampoco me quejaba de no tener el último móvil del mercado y la primera vez que toqué un euro de la cuenta bancaria tendrÃa unos 16 años. Sin embargo, a medida que llegas a la adultez la vida se vuelve más y más cara. Desde hace uno o dos años, o sea, desde que gano dinero de verdad, controlo todos mis gastos con un Excel y me he puesto el lÃmite de no derrochar más de 200 euros mensuales de cara a prepararme para el futuro; cuando realmente tenga un alquiler, unos recibos y demás cosas adultas que me dan pereza y emoción a partes iguales. Asà que cuando registro todas mis compras y compruebo que las casillas se van volviendo rojas por superar el lÃmite, me entran los siete males.Esto me recuerda a que cuando empecé a salir con mi pareja (quizás me mate por esta anécdota) y me fijé en que se pedÃa más de una bebida durante la comida. Yo, que siempre me he limitado a una consumición por ahorrar, lo veÃa como un disparate. Luego la cuenta son dos o tres euros más y no voy a arruinarme, pero a mà me descolocaba esa facilidad para no agobiarse por el dinero. Aunque poco a poco trato de ser más flexible con cuestiones económicas, los menús del dÃa de más de 11 euros, cualquier prenda de ropa que supere los 20 o una noche de hotel que cueste por encima de 50 euros me siguen provocando un infarto por la sensación de que estoy viviendo por encima de mis posibilidades. Supongo que es algo que uno aprende y le persigue durante mucho tiempo. Por eso, cuando mi amiga Ayelen se sentÃa mal por haberse gastado más de 200 euros en ropa, le dije: "Lucha contra tus impulsos ahorradores de clase obrera", y asà nació mi concepto.