Creo que lo que más me gusta del verano es que precisamente todo lo que no se relaciona con la estación en sí. Odio el calor, la arena pegajosa de la playa, la obligación de tener que depilarme si quiero llevar las piernas al aire o enseñar un poco más de piel. Lo único que disfruto es el placer de no hacer nada, de aburrirme. Y de viajar a otros sitios, claro. Hasta ahora esos tres meses libres que me otorgaba el sistema educativo eran un bálsamo de tranquilidad, y este último año, que es el primero que trabajo como tal (en el anterior mi contrato se acabó antes de junio), siento que las vacaciones se me han hecho cortas. La youtuber Miare destacó esto en un tweet hace unas semanas y no puedo estar más de acuerdo.Probablemente, esta sea la sensación de todos los trabajadores, pero lo cierto es que las mías han sido más breves de lo normal porque no puedo evitar ser una hormiguita. Reservo tanto el tiempo como el dinero siempre que es posible por si vienen momentos peores. Quizás la obsesión por ahorrar sea una cuestión de clase. Mi padre me dijo antes de empezar mi viaje por el norte de España el pasado julio que no lo desease con tantas ganas porque luego, cuando llega, se acaba rápido.Supongo que es lo que dicen quienes son víctimas de un sistema como el nuestro, porque las vacaciones eternas son para los privilegiados. De hecho, la última newsletter de 'Love & Rockets', Alexandra Lores relata esas diferencias sociales en la época estival. "Todas aquellas que formamos parte de la clase trabajadora debemos vender nuestro tiempo, porque no nos pertenece. Y suele ser mucho (...) Pero el verano, como la siesta, es uno de esos momentos en los que el tiempo se para, aunque sea durante una semana, una quincena o un mes. Son días de siestas, playa, monte, excursiones, cervezas y amigas".
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🍉 El verano se acabó en un suspiro
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Creo que lo que más me gusta del verano es que precisamente todo lo que no se relaciona con la estación en sí. Odio el calor, la arena pegajosa de la playa, la obligación de tener que depilarme si quiero llevar las piernas al aire o enseñar un poco más de piel. Lo único que disfruto es el placer de no hacer nada, de aburrirme. Y de viajar a otros sitios, claro. Hasta ahora esos tres meses libres que me otorgaba el sistema educativo eran un bálsamo de tranquilidad, y este último año, que es el primero que trabajo como tal (en el anterior mi contrato se acabó antes de junio), siento que las vacaciones se me han hecho cortas. La youtuber Miare destacó esto en un tweet hace unas semanas y no puedo estar más de acuerdo.Probablemente, esta sea la sensación de todos los trabajadores, pero lo cierto es que las mías han sido más breves de lo normal porque no puedo evitar ser una hormiguita. Reservo tanto el tiempo como el dinero siempre que es posible por si vienen momentos peores. Quizás la obsesión por ahorrar sea una cuestión de clase. Mi padre me dijo antes de empezar mi viaje por el norte de España el pasado julio que no lo desease con tantas ganas porque luego, cuando llega, se acaba rápido.Supongo que es lo que dicen quienes son víctimas de un sistema como el nuestro, porque las vacaciones eternas son para los privilegiados. De hecho, la última newsletter de 'Love & Rockets', Alexandra Lores relata esas diferencias sociales en la época estival. "Todas aquellas que formamos parte de la clase trabajadora debemos vender nuestro tiempo, porque no nos pertenece. Y suele ser mucho (...) Pero el verano, como la siesta, es uno de esos momentos en los que el tiempo se para, aunque sea durante una semana, una quincena o un mes. Son días de siestas, playa, monte, excursiones, cervezas y amigas".