💭 Renunciar a sueños
Madrid cada vez se parece más Nueva York, París o Londres en el mal sentido, donde el centro es solo un escaparate para el turismo y donde los ciudadanos están obligados a desplazarse para trabajar.
En las últimas semanas, me he alterado mucho con un tema: la vivienda. He empezado a ver como todos los barrios y distritos de Madrid que tenía guardados en idealista (ni siquiera dentro de la M30) han elevado su precio hasta un límite que no estoy dispuesta a pagar. Si bien hace dos años empecé guardando pisos por 800-850 euros al mes, pronto subieron a los 900 y hoy en día ese rango está ya en los más de 1.000 euros. En muy poco tiempo el límite por el que sentía lógico y asequible pagar se ha roto. No son buenos pisos, ni donde viviría a largo plazo o me sentiría completamente cómoda. Son pequeños, mal distribuidos, puestos tal cual murió su dueño o incluso sin habitaciones, en zonas que cada vez se gentrifican más al paso que expulsan a cada ciudadano un poco más lejos de su barrio. ¿Quién puede pagar esos precios si los sueldos no se mueven desde hace años?
A estas alturas me sale más rentable comprar un piso si no estuviesen también por las nubes, ¿cómo vas a pagar más de 300.000 euros por una vivienda que ni siquiera lo vale? ¿Qué me queda entonces? ¿Dónde están esos pisos como el de mis padres con tres habitaciones, un amplio salón, cocina independiente, dos baños y recinto privado de comunidad que podía pagar una pareja sin carrera universitaria y muchas veces con un solo sueldo? ¿Dónde y cómo vamos a vivir? Discutiendo el otro día con mi madre acerca de este tema, decía que las constructoras estaban haciendo viviendas de solo una o dos habitaciones y salón con cocina integrada porque los jóvenes ya no las queríamos más grandes. La realidad no es que no lo queramos, es que no podemos pagar medio millón de euros de obra nueva por unos metros cuadrados más. No podemos endeudarnos por encima de unos salarios que no cubren los gastos básicos ni de un sistema que no parece que nos vaya a ayudar en este problema.
Madrid cada vez se parece más a esos vídeos de estadounidenses que te enseñan la tortura que es buscar piso en Nueva York y donde tienen que poner un presupuesto de 2.500 dólares mensuales para conseguir algo decente y no un cuchitril de 20 m². Madrid cada vez se parece más a París o a Londres en el mal sentido, donde sus cascos históricos y zonas más céntricas son solo un escaparate más para el turismo y un lugar al que los ciudadanos están obligados a desplazarse para ir a trabajar o poder tener algo de ocio. Vete a otros barrios o municipios, dicen esos que se indignan y nos llaman flojos por quejarnos. Ni siquiera a las afueras la situación es mejor. Puede parecer un capricho tonto, pero como ya señalé en la newsletter anterior a través de una recomendación lectora, vivir constantemente dependiendo del transporte público es agotador. Te quita ganas de relacionarte, de hacer planes, te convierte en una ameba que prefiere quedarse en casa para no tener que sufrir la constante pérdida de tiempo de un servicio cada vez más deplorable.
Lo dije hace unos días como respuesta a un comentario en una Carta a la directora de El País y lo vuelvo a repetir hoy. Ninguno de mis padres tiene una carrera, empezaron a trabajar muy pronto y eso les permitió tener una base de ahorro muchísimo mayor a edad temprana, han podido cuidar de sus dos hijas, darse caprichos, pagar una casa, viajar y disfrutar de la vida aunque hayan tenido que hacer sacrificios personales o renunciar a una casa en la playa. La diferencia es que apretándose el cinturón podían acceder a todo eso, pero yo aun haciéndolo y midiendo cada céntimo o incluso buscando fórmulas para que el dinero no esté parado en el banco, no puedo ni siquiera acceder a una vivienda porque el precio de todo sube a una velocidad a la que mis ingresos no lo hacen.
Hacerse mayor consiste en aprender a renunciar a muchos sueños que idealizaste cuando eras niña. A mis 12 me imaginaba yendo de Erasmus a cualquier ciudad de Italia y enamorándome de algún italiano, pero la realidad me dio en la cara en tercero de carrera cuando vi que ni las becas estaban bien pensadas para cubrir tus gastos, ni mi familia podía permitirse algo así. “Bueno, con lo que ahorre podré hacer otros sueños más adelante”, pensé. Y entonces, tampoco pude buscar trabajo por Europa porque valoré que igual era mejor empezar a trabajar cuanto antes mientras vivía con mis padres para lograr cierta estabilidad personal. Tengo muchos más sueños, pero de esos vitales creo que solo me queda uno: abandonar de una vez la ciudad en la que he crecido y en la que no quiero verme morir, y acercarme lo máximo posible a Madrid para por fin hacer todas esas cosas que aquí solo están cómodamente al alcance de quienes tienen coche. Siento que a medida que pasan los años a mí se me van a acabar las ganas de vivir la vida que quería siendo veinteañera y en los últimos meses he empezado a pensar que ese sueño tampoco será posible, que tendré que volver a renunciar. Que solo podré permitirme comprar un pequeño piso de segunda mano en alguno de esos barrios gentrificados por un valor que ni merece o quedarme en una de esas ciudades dormitorio donde los precios también son inalcanzables.
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Si llevo un mes dando vuelta a este tema es porque esta adaptación cinematográfica de los libros de Elvira Lindo llegó a mi vida de repente. No recordaba haberla visto de niña y ese domingo a las 12:30 de la noche fui un mar de lágrimas en cuanto sonó ‘Campanera’. La forma en la que representa un barrio tan humilde como Carabanchel Alto, todos los detalles de las familias obreras de los 90, la inocencia de su protagonista, ese trasfondo que solo ves cuando eres mayor o incluso ver las diferencias con mi generación en la actualidad…. Me llegó bien profundo. Y aunque es muy probable que ya la hayáis visto cuando erráis pequeños, os recomiendo revisitarla ahora de adultos, porque pega más fuerte aún todo lo que parecía comedia. Disponible en Netflix, Prime Vídeo y FlixOlé. Este análisis en el que exploran las diferentes visiones de adultos y niños, esos detalles que no se ven a primera vista me encantó para comprender más aún la historia.
“Supongo que es normal llorar un poco cuando una familia no consigue salir de Carabanchel Alto ningún verano”
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El origen de toda esta carta está precisamente en esta sección. Yo llegué a Manolito Gafotas porque Ángela Henche de Keep it Cutre la mencionó en uno de los capítulos de su pódcast. Y yo, en cuanto percibí que era una historia costumbrista española, no pude evitar aventurarme a disfrutarla. “Es una película que refleja muy bien la realidad de una familia de clase obrera y cómo el dinero marca las oportunidades o expectativas que tienes en la vida, incluso las relaciones que existen en tu propia familia están marcadas también por el dinero”, decía Ángela.
En ese capítulo, con la referencia de la película, señalaban su vida de niñas, todas las diferencias respecto a otras familias y su opinión personal sobre la situación inmobiliaria actual. Me sentí tan identificada que no pude no ver la película. En este episodio también hablan con unas chicas que solía seguir en el old YouTube y resulta muy interesante ver cómo han salido de la plataforma y a qué se dedican hoy en día.
Este mes me he abrazado al último single de Sabrina Carpenter, no solo me encanta la propia canción, sino también adoro el videoclip y la ironía de su letra. La manera en la que utiliza a su propio novio actual para hacer un vídeo tan irónico, espectacular. Es una persona tan divertida, estoy deseando que venga por España en tour. Os dejo también el resto de hits de mi mes como siempre en la playlist.
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Me encantó este artículo de opinión de Delia Rodríguez donde expone cómo se obsesionó por el mercado inmobiliario en un momento en el que tenía una gran necesidad por adquirir una vivienda. Especialmente después de que se hicieran virales varios vídeos de inmobiliarias donde mostraban “pisos”, si se pueden llamar así, pequeñísimos por millones de euros. Nunca dejará de sorprenderme cómo los algoritmos son capaces de encontrar lo que más te aflije y te lo lanzan a la cara hasta que te vuelves completamente maraja y obsesivo con el tema.
Entendemos las bromas y que ellos solo son los mensajeros, pero no nos ha gustado. No se ríe igual de una pedrada quien la recibe que quien la lanza.
DESCUBRIR 📲
Estoy obsesionada con esta cuenta de Instagram donde un hombre enseña trucos con productos y materiales comunes para cuando vas de acampada. Tengo una obsesión absoluta con todo lo que esté relacionado con la supervivencia y esto son píldoras perfectas para disfrutarlas.
Con esta newsletter damos por finalizada la temporada, volveré en la última semana de septiembre. Ya sabéis que a veces necesito descansar para poder volver con más ánimos, y como soy una loca que se pone demasiadas tareas, ya veía necesario parar estos meses. Espero que pronto explote esta burbuja inmobiliaria como lo hizo en el 2008 o que al menos salgamos a manifestarnos pronto porque cada vez veo una vida más imposible en esta ciudad. Nos leemos en las redes sociales. Gracias de corazón por estar aquí y seguir apoyándome.
(1) Manolito Gafotas
Gracias por leer ‘Descubrimientos del mes’. Si te ha gustado, no dudes en suscribirte para que esta carta con recomendaciones culturales llegue a tu buzón el último domingo de cada mes.