Desde aquel fatídico marzo de 2020 siento que estos dos años han sido un cúmulo de catastróficas desdichas. Es como si cada mes tuviera que ocurrir algo nuevo para que la trama de esta serie que nos ha tocado vivir tenga algún sentido y enganche al espectador. Que si un volcán, nuevas cepas, una guerra, una huelga que paraliza medio país... Puede que aquellos que no os dediquéis a la actualidad no tengáis esta sensación de non-stop pero ahora mismo yo solo quiero teletransportarme al 2013, cuando mi única preocupación era pasarlo genial en mi viaje de fin de curso a Roma. Tengo tal cansancio mental de la multitud de acontecimientos que están pasando en estos años (inserte meme de 'ya no quiero jugar más a vivir momentos históricos'), de que parezca que el mundo se va a acabar y yo tenga que seguir al pie del cañón, que los fines de semana solo busco la calma y confortAhora, si algo he aprendido en estos últimos meses es a adaptarme a las circunstancias. Es quizás uno de los mayores retos para el ser humano, que busca estabilidad ante todo, pero este tiempo nos ha hecho luchar contra ese instinto natural y buscar métodos para ser más flexibles. En mi caso, he tenido que cambiar mis estrategias de organización personal y profesional multitud de veces. Cuando llegué a mi puesto el año pasado estábamos teletrabajando y me cree mis propias dinámicas para resultar eficiente, luego, al volver a la oficina, tuve que volver a adaptarme al entorno y al ritmo. Después la cepa de ómicron en diciembre me obligó a volver al modo remoto y diseñé un sistema que me conviniese. Ahora, que llevemos un par de meses de nuevo en la redacción, he tenido que establecer otro método factible. Estas idas y venidas pueden parecer una locura pero cuando pasa cierto tiempo se integran en mi estilo de vida. De hecho, cuando estuve contagiada, llegó un punto en el que aceptaba la vida con mascarilla en mi propia casa, como en esas películas postapocalípticas donde la gente tiene que llevar máscaras de gas de forma continua. No os lo voy a negar, que las medidas se relajen el próximo lunes o que en algunos países ya hayan quitado las mascarillas en interiores me da pavor, pero al igual que nos adaptamos a la 'nueva normalidad', supongo que también lo haremos a esta próxima etapa. Yo solo espero, honestamente, que el mundo deje de girar tan deprisa porque si no, tendré que seguir refugiándome en algunos de los descubrimientos que os presento hoy.
♻️ Reinventarse (cada semana)
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Desde aquel fatídico marzo de 2020 siento que estos dos años han sido un cúmulo de catastróficas desdichas. Es como si cada mes tuviera que ocurrir algo nuevo para que la trama de esta serie que nos ha tocado vivir tenga algún sentido y enganche al espectador. Que si un volcán, nuevas cepas, una guerra, una huelga que paraliza medio país... Puede que aquellos que no os dediquéis a la actualidad no tengáis esta sensación de non-stop pero ahora mismo yo solo quiero teletransportarme al 2013, cuando mi única preocupación era pasarlo genial en mi viaje de fin de curso a Roma. Tengo tal cansancio mental de la multitud de acontecimientos que están pasando en estos años (inserte meme de 'ya no quiero jugar más a vivir momentos históricos'), de que parezca que el mundo se va a acabar y yo tenga que seguir al pie del cañón, que los fines de semana solo busco la calma y confortAhora, si algo he aprendido en estos últimos meses es a adaptarme a las circunstancias. Es quizás uno de los mayores retos para el ser humano, que busca estabilidad ante todo, pero este tiempo nos ha hecho luchar contra ese instinto natural y buscar métodos para ser más flexibles. En mi caso, he tenido que cambiar mis estrategias de organización personal y profesional multitud de veces. Cuando llegué a mi puesto el año pasado estábamos teletrabajando y me cree mis propias dinámicas para resultar eficiente, luego, al volver a la oficina, tuve que volver a adaptarme al entorno y al ritmo. Después la cepa de ómicron en diciembre me obligó a volver al modo remoto y diseñé un sistema que me conviniese. Ahora, que llevemos un par de meses de nuevo en la redacción, he tenido que establecer otro método factible. Estas idas y venidas pueden parecer una locura pero cuando pasa cierto tiempo se integran en mi estilo de vida. De hecho, cuando estuve contagiada, llegó un punto en el que aceptaba la vida con mascarilla en mi propia casa, como en esas películas postapocalípticas donde la gente tiene que llevar máscaras de gas de forma continua. No os lo voy a negar, que las medidas se relajen el próximo lunes o que en algunos países ya hayan quitado las mascarillas en interiores me da pavor, pero al igual que nos adaptamos a la 'nueva normalidad', supongo que también lo haremos a esta próxima etapa. Yo solo espero, honestamente, que el mundo deje de girar tan deprisa porque si no, tendré que seguir refugiándome en algunos de los descubrimientos que os presento hoy.